Monday, January 14, 2008

En memoria de aquel tigre de felpa

El pasado 23 de diciembre de 2007 ha muerto Oscar Peterson. A veces los hechos del mundo son difíciles, pero más es tener que explicarlos. Con Oscar Peterson no se va solo un jazzista de extremo virtuosismo. Podría pasar tiempo escribiendo sobre Peterson y su increíble técnica, Peterson y sus tríos tan importantes para el jazz moderno, Peterson y su poder rítmico y su Swing tremendo, Peterson y su creatividad melódica que parecía interminable, Peterson tocando con Jon Faddis, con Ella Fitzgerald, con Joe Pass o con Ray Brown, por solo nombrar unos cuantos, Peterson alumno de alguien que a su vez había sido alumno de Franz Liszt, Peterson el que influenció a una generación de pianistas brillantes como Keith Jarret, o el Peterson que nos dejó más de 200 grabaciones entre tantos otros. Pero prefiero pasar tiempo en lo realmente bueno, aunque será difícil lo sé. Tendrá que ver que con la muerte de Peterson recordé el famoso endecasílabo de Quevedo que dice “lo fugitivo permanece y dura” (y no me pregunten más acerca de Quevedo por que no sé nada) Así que trataré de hablar un poco sobre lo importante de aquel tipo, espero me ayude un poquito que a lo fugitivo es más fácil escucharlo.

A mí Peterson me acerca a otra época con medios que no puedo describir exactamente y tal vez tengan que ver un poco en esa tremenda serie de causalidades y momentos simultáneos que expresaba cierto escritor argentino mejor que nadie en 1963 (o tal vez tenga más que ver con aquel swing tan característico). Con Peterson de veras se puede uno dejar llevar (si se quiere y se sabe como) al momento aquel en que en Viena canta Fitzgerald, en París Kenny Clarke inaugura un Cave y Satchmo está en todos lados con su ubicuidad y en el club de la serpiente se sirve otro Vodka, se escucha la primera frase de un blues y otro tanto. Mucho sentimentalismo y nostalgia pero sobre todo, el Scat de Peterson feliz aporreando los ochenta y ocho espacios blancos y negros de infinitas combinaciones causando montón de cosas que no pueden describirse, en fin, música.

Con Peterson se va el pianista y mucho más que el pianista, se van sentimientos, se van cachitos de una época que no conocí y me resulta nostálgica. Se va, como lo describiera julio Cortázar un tal Oscar Peterson, un tal pianista con algo de tigre y felpa, un tal pianista triste y gordo, un tipo al piano y la lluvia sobre la claraboya, en fin, literatura.1

1 Rayuela (capítulo 18)

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